viernes, 12 de diciembre de 2008

Europa no es Democracia

Tal como lo leen: la Unión Europea no es una zona democrática. Así de claro. ¿Y por qué? Porque la gente de a pie, los ciudadanos y los habitantes de esta europa no tenemos ni voz ni voto. Nos hacen creer que tenemos libertad votando cada cuatro años cuando en realidad seguimos sin poder decidir absolutamente nada en términos de lo que realmente nos interesa: todas las decisiones se hacen de manera automática de espaldas al ciudadano, de modo que el procedimiento habitual es que nos enteremos de lo que sucede cuando tenemos que cerrar la boca.

Ya nos hicieron creer que éramos libres de votar la constitución española; pero piense usted en la situación del momento: después de una dictadura, hubierámos votado que sí a lo que fuera, cualquier cosa que nos hubieran puesto delante era mucho mejor que la situación política de la que salíamos. Y el voto, efectivamente, motivado por un cambio que, en cualquier caso sería a mejor, y bajo una presión socio-política enorme. Bajo esas premisas, ¿éramos totalmente libres al votar? Yo lo tengo muy claro: no.

Pero es que ahora -y volviendo al tema que nos interesa- nos ningunean de la forma más descarada posible. El famoso Tratado de Lisboa, del que ya hablé anteriormente, por ejemplo, aquí o aquí, sigue adelante. Sí o sí, y unos cuantos millones de ciudadanos no vamos a ser quién para desbaratar los planes de esos politicuchos que parecen pensar sólo en sí mismos. Dijimos que no a la Constitución Europea y, lejos de intentar solucionar el problema de la forma más lógica posible, no se les ocurrió otra cosa que mezclar unos cuantos papeluchos en un tratado y hacérnoslo tragar sin consultárnoslo. Tenían miedo de que los ciudadanos volvieran a dar su negativa y esta vez decidieron dejarlo puertas adentro. Pero en Irlanda la ley es diferente, y cualquier tratado se debe ratificar antes por votación popular. En este país, las cosas se dejaron bien claras y se dejaron al descubierto los miedos de esa gente que dice gobernarnos: de nuevo, la gente mostró su desacuerdo con el tratado.

¿Cuál fue la respuesta de Europa esta vez? Lejos de aprender la lección, por segunda vez dejaron a los ciudadanos -a la verdadera Europa- de lado, no les importó la opinión de más de cuatro millones de habitantes (ni la del resto de europeos a los que ni consultaron) y siguieron adelante. Ahora, por supuesto, se encuentran con el problema de que el Tratado debe ser unánime. La solución, como se puede leer aquí o aquí, es hacer que los irlandeses vuelvan a las urnas. En definitiva, Europa propone y, si los europeos se oponen, borrón y vuelta a proponer. Y así, hasta que se vote lo que los altos mandos quieran... tanto va el cántaro a la fuente que al final se rompe. Dicho en plata: "Tenéis libertad de votar, pero votad lo que yo diga"

Bajo esta perspectiva, está claro que desde Europa no sólo nos ignoran para las cuestiones más importantes y nos tratan como si la cosa no fuera con nosotros, sino que ahora, bajo el disfraz de democracia, montan este pequeño teatro: acudan a las urnas y hagan como que votan, que ya nos encargamos nosotros de obtener el resultado que queremos. Y eso, claro está, en el mejor de los casos; como ya he dicho, en el resto de Europa no se nos ha dado esta oportunidad. No sólo para éste caso en particular sino, en general, para absolutamente nada. A modo de reflexión, ¿Cómo se llama un sistema de gobierno en el que la única libertad que tienen los ciudadanos es elegir cada cuatro años al que va a hacer y deshacer a su antojo? Yo a eso, desde luego, no lo llamo democracia.

lunes, 8 de diciembre de 2008

En Stand-By

Los lectores de este blog ya se habrán percatado de que éste lleva un tiempo sin estar actualizado, faltando la nota de prensa con la que solía comenzar cada mes y que -poco a poco- parecía llevar camino de converirse en un clásico y rompiendo la tónica que llevaba de -aproximadamente- una entrada semanal. Esto se debe, principalmente, a dos razones relacionadas con mi tiempo libre y mi interacción (y la de los lectores, respectivamente) con el propio blog.

En primer lugar, la cantidad de tiempo del que dispongo para entrar en el blog ha disminuído drásticamente. Aún cuando tengo algunos temas en mente que me gustaría tratar, no puedo entretenerme tanto como quisiera buscando información, documentándome necesariamente y comparando diferentes opiniones para escribir una entrada con la calidad que desearía. En segundo lugar, he empezado a notar que la escritura comenzaba a ser una autoimposición; esto es, quería obligarme a escribir por lo menos una vez a la semana. Aunque los estropicios generalizados que ocurren continuamente en este país darían para muchas más entradas semanales, no quiero desvirtuar mi trabajo: cuando un entretenimiento, una forma de expresión y un gesto que se hace de forma desinteresada se convierte en algo obligatorio, creo que es momento de parar y ponerse a pensar.

También es cierto (debo admitir) que la ausencia de opiniones me desanima un poco. Es fácil comprobar que la mayoría de visitas que recibo son meros vistazos después de encontrar este blog en los resultados del buscador favorito del usuario. Esto no sería problema si existiera contara con un debate participativo en los comentarios (signo de que el tema interesa o bien mi postura no es compartida, ambas opciones bienvenidas), lo cual no parece ser el caso. En definitiva, hay veces que me planteo si el blog sirve como algo más que como una vía de escape para discrepar de lo que considero incorrecto o si, por el contrario, lo único que consigo es mostrarle a cuatro gatos cómo pataleo cuando algo no me gusta.

En definitiva, creo que es hora de cambiar la política del blog. Escribiré cuando pueda y quiera. Si, mientras tanto, algún lector quiere comentar, participar o colaborar, desde aquí está invitado a dejar los comentarios o enviarme los correos electrónicos que crea necesario. Mis sinceras disculpas a los (posibles) lectores habituales; de momento, manténganse a la espera. Les mantendremos informados.