Cada gota cuenta. Tu papel es importante.... Parece que últimamente ha surgido la moda por parte del Gobierno de sensibilizarnos acerca de la importancia de nuestros actos: Nos recuerdan que un cristal roto o un cigarro mal apagado en la cuneta pueden ser causa de un incendio forestal; nos advierten de que podemos ahorrar miles de litros de agua si simplemente cerramos bien el grifo, nos duchamos en vez de bañarnos o esperamos hasta llenar la lavadora; o nos recomiendan que apaguemos los LEDs de los electrodomésticos para economizar varios megawatios-hora.
Desde luego no voy a negar que el objetivo es bien loable y digno de admiración; y desde luego, si estas medidas se muestran aunque sea mínimamente eficaces, resultan claramente convenientes. Sin embargo, cabe destacar el doble juego con el que parecen actuar: mientras que dan a entender que el papel que tiene cada particular es muy grande, las grandes empresas, compañías y firmas, e incluso el gobierno mismo, parecen quedar al margen. No nos engañemos: las entidades que más gastan, contaminan y se despreocupan son las que menos se tienen en cuenta.
Citemos varios ejemplos: ¿De qué sirve ahorrar unos cuantos centímetros cúbicos de agua si unos cuantos días después ciertas obras rompen una tubería general con el resultado de varios hectómetros cúbicos por segundo de agua desaprovechados, rotura que no se arregló hasta pasadas varias semanas, tras múltiples quejas de los vecinos? ¿Para qué vamos a apagar el LED del televisor y ahorrar unas escasas centenas de watios-hora si mientras tanto miles de instituciones se han dejado las luces de los despachos encendidas? ¿Por qué reciclar esos cuantos papeles si cada día recorren nuestras ciudades miles de panfletos publicitarios, propaganda y similares, cuyo destino es perfectamente conocido y no precisamente tan halagüeño?
Así pues, me veo de nuevo ante una doble moral: por un lado la increíblemente bienintencionada campaña de sensibilización (destinada al sector de la población que menos puede hacer estadísticamente); por el otro, la (¿absoluta?) dejadez que existe en torno a los sectores que realmente tienen en sus manos el poder de cambiar realmente los resultados. ¿De qué sirve entonces la concienciación social? Evidentemente, como se suele decir, más vale poco que nada pero, ¿tan difícil es hacer ese poquito extra para que los resultados sean muchísimo mejores?
Para finalizar, dejaré el caso que, aunque se sale de nuestras fronteras, considero que ejemplifica de modo más claro lo que quiero decir: ¿De qué sirve el protocolo de Kyoto si el país que más contamina no está adherido a él? ¿Cuánto no se podría mejorar si los Estados Unidos hicieran el esfuerzo por no contaminar? Pero como siempre, lamentablemente, lo que prima es el dinero
Desde luego no voy a negar que el objetivo es bien loable y digno de admiración; y desde luego, si estas medidas se muestran aunque sea mínimamente eficaces, resultan claramente convenientes. Sin embargo, cabe destacar el doble juego con el que parecen actuar: mientras que dan a entender que el papel que tiene cada particular es muy grande, las grandes empresas, compañías y firmas, e incluso el gobierno mismo, parecen quedar al margen. No nos engañemos: las entidades que más gastan, contaminan y se despreocupan son las que menos se tienen en cuenta.
Citemos varios ejemplos: ¿De qué sirve ahorrar unos cuantos centímetros cúbicos de agua si unos cuantos días después ciertas obras rompen una tubería general con el resultado de varios hectómetros cúbicos por segundo de agua desaprovechados, rotura que no se arregló hasta pasadas varias semanas, tras múltiples quejas de los vecinos? ¿Para qué vamos a apagar el LED del televisor y ahorrar unas escasas centenas de watios-hora si mientras tanto miles de instituciones se han dejado las luces de los despachos encendidas? ¿Por qué reciclar esos cuantos papeles si cada día recorren nuestras ciudades miles de panfletos publicitarios, propaganda y similares, cuyo destino es perfectamente conocido y no precisamente tan halagüeño?
Así pues, me veo de nuevo ante una doble moral: por un lado la increíblemente bienintencionada campaña de sensibilización (destinada al sector de la población que menos puede hacer estadísticamente); por el otro, la (¿absoluta?) dejadez que existe en torno a los sectores que realmente tienen en sus manos el poder de cambiar realmente los resultados. ¿De qué sirve entonces la concienciación social? Evidentemente, como se suele decir, más vale poco que nada pero, ¿tan difícil es hacer ese poquito extra para que los resultados sean muchísimo mejores?
Para finalizar, dejaré el caso que, aunque se sale de nuestras fronteras, considero que ejemplifica de modo más claro lo que quiero decir: ¿De qué sirve el protocolo de Kyoto si el país que más contamina no está adherido a él? ¿Cuánto no se podría mejorar si los Estados Unidos hicieran el esfuerzo por no contaminar? Pero como siempre, lamentablemente, lo que prima es el dinero
1 comentario:
Así los ciudadanos creen que son los únicos culpables y no exigen ahorro a quienes de verdad pueden (y deben) ahorrar. Asqueroso.
PD: El otro día, tras un anuncio de éstos de "cada gota cuenta", vi uno acerca de crema para depilarse en la ducha. Flipante. ¿Qué será lo próximo, maquinillas de afeitar impermeables?
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