El pasado domingo, como viene siendo habitual todos los años, cambiamos al horario de invierno y retrasamos todos los relojes en una hora para supuestamente ahorrar energía. Usted probablemente durmió una hora más o, si tuvo mala suerte, trabajó una hora más. Lo que sí que está claro es que es un engorro recordar el evento (aunque afortunadamente, suelen avisar por los medios de comunicación), cambiar de hora todos los relojes de la casa y volver a partir de ahora al hogar cuando ya ha anochecido, sencillamente porque se ha cambiado la hora. Por no hablar, por supuesto, de trastornos en el reloj biológico y del sueño, especialmente en niños y ancianos.
Es evidente que el efecto que este cambio pueda tener no es el mismo en situaciones geográficas diferentes; incluso en el mismo país descubrimos desavenencias: a la misma hora podemos encontrarnos con que en Pontevedra es de día mientras que en Barcelona ya ha anochecido. Algo parecido sucede entre localizaciones situadas a diferente latitud. Si miramos un mapa de husos horarios, vemos que sería geográficamente más lógico si España, Francia, Luxemburgo y los Países Bajos compartieran el mismo huso que actualmente posee Portugal. No rompería la unidad de la UE ya que actualmente ésta ya posee diferentes husos y otras regiones de extensión similar (EEUU, Canadá, Australia) utilizan el mismo procedimiento sin ningún tipo de problema.
En definitiva, parece que el cambio horario no es tan provechoso como nos quiere vender y, sin embargo, sí causa desavenencias y más molestias que beneficios. Además, la demarcación de husos horarios políticos no es tan razonable como podría ser. Pero claro, como dijo M Toharia, director del Museo de las Ciencias de Valencia, "Lo que pasa es que a la Unión Europea le costó muchos decenios llegar a un acuerdo, y ahora va a costar otro tanto o más deshacerlo, a pesar de algunos intentos por parte, entre otros, de Francia".
El cambio de hora comenzó a generalizarse a partir de 1974, cuando por la primera gran crisis del petróleo algunos gobiernos decidieron adelantar una hora los relojes durante los meses de más luz para reducir el consumo de electricidad. En 1981 se adoptó una primera directiva comunitaria, que fue renovada cada cuatro años hasta que en enero de 2001 el Parlamento y el Consejo Europeo dieron carácter indefinido al cambio horario, de manera que el último domingo de marzo los relojes se adelantan una hora y se retrasan lo mismo en el último de octubre.
¿Es cierta la excusa que cita la Unión Europea? ¿Ahorramos energía con esta medida? Tal vez en el resto de Europa, en los países nórdicos lo hagan, pero en España la misma Red Eléctrica Española corrobora que el ahorro es del 0.5%, considerado irrelevante. Esto viene del hecho de que, la luz que ahorramos por la mañana, la gastamos por la noche. Más aún, en muchas empresas las luces permanecen siempre encendidas, haya o no luz solar. Así pues, ¿qué significado tiene el cambio horario?Es evidente que el efecto que este cambio pueda tener no es el mismo en situaciones geográficas diferentes; incluso en el mismo país descubrimos desavenencias: a la misma hora podemos encontrarnos con que en Pontevedra es de día mientras que en Barcelona ya ha anochecido. Algo parecido sucede entre localizaciones situadas a diferente latitud. Si miramos un mapa de husos horarios, vemos que sería geográficamente más lógico si España, Francia, Luxemburgo y los Países Bajos compartieran el mismo huso que actualmente posee Portugal. No rompería la unidad de la UE ya que actualmente ésta ya posee diferentes husos y otras regiones de extensión similar (EEUU, Canadá, Australia) utilizan el mismo procedimiento sin ningún tipo de problema.
En definitiva, parece que el cambio horario no es tan provechoso como nos quiere vender y, sin embargo, sí causa desavenencias y más molestias que beneficios. Además, la demarcación de husos horarios políticos no es tan razonable como podría ser. Pero claro, como dijo M Toharia, director del Museo de las Ciencias de Valencia, "Lo que pasa es que a la Unión Europea le costó muchos decenios llegar a un acuerdo, y ahora va a costar otro tanto o más deshacerlo, a pesar de algunos intentos por parte, entre otros, de Francia".
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