lunes, 29 de octubre de 2007

Cambio Horario

El pasado domingo, como viene siendo habitual todos los años, cambiamos al horario de invierno y retrasamos todos los relojes en una hora para supuestamente ahorrar energía. Usted probablemente durmió una hora más o, si tuvo mala suerte, trabajó una hora más. Lo que sí que está claro es que es un engorro recordar el evento (aunque afortunadamente, suelen avisar por los medios de comunicación), cambiar de hora todos los relojes de la casa y volver a partir de ahora al hogar cuando ya ha anochecido, sencillamente porque se ha cambiado la hora. Por no hablar, por supuesto, de trastornos en el reloj biológico y del sueño, especialmente en niños y ancianos.

El cambio de hora comenzó a generalizarse a partir de 1974, cuando por la primera gran crisis del petróleo algunos gobiernos decidieron adelantar una hora los relojes durante los meses de más luz para reducir el consumo de electricidad. En 1981 se adoptó una primera directiva comunitaria, que fue renovada cada cuatro años hasta que en enero de 2001 el Parlamento y el Consejo Europeo dieron carácter indefinido al cambio horario, de manera que el último domingo de marzo los relojes se adelantan una hora y se retrasan lo mismo en el último de octubre.

¿Es cierta la excusa que cita la Unión Europea? ¿Ahorramos energía con esta medida? Tal vez en el resto de Europa, en los países nórdicos lo hagan, pero en España la misma Red Eléctrica Española corrobora que el ahorro es del 0.5%, considerado irrelevante. Esto viene del hecho de que, la luz que ahorramos por la mañana, la gastamos por la noche. Más aún, en muchas empresas las luces permanecen siempre encendidas, haya o no luz solar. Así pues, ¿qué significado tiene el cambio horario?


Es evidente que el efecto que este cambio pueda tener no es el mismo en situaciones geográficas diferentes; incluso en el mismo país descubrimos desavenencias: a la misma hora podemos encontrarnos con que en Pontevedra es de día mientras que en Barcelona ya ha anochecido. Algo parecido sucede entre localizaciones situadas a diferente latitud. Si miramos un mapa de husos horarios, vemos que sería geográficamente más lógico si España, Francia, Luxemburgo y los Países Bajos compartieran el mismo huso que actualmente posee Portugal. No rompería la unidad de la UE ya que actualmente ésta ya posee diferentes husos y otras regiones de extensión similar (EEUU, Canadá, Australia) utilizan el mismo procedimiento sin ningún tipo de problema.

En definitiva, parece que el cambio horario no es tan provechoso como nos quiere vender y, sin embargo, sí causa desavenencias y más molestias que beneficios. Además, la demarcación de husos horarios políticos no es tan razonable como podría ser. Pero claro, como dijo M Toharia, director del Museo de las Ciencias de Valencia, "Lo que pasa es que a la Unión Europea le costó muchos decenios llegar a un acuerdo, y ahora va a costar otro tanto o más deshacerlo, a pesar de algunos intentos por parte, entre otros, de Francia".

miércoles, 24 de octubre de 2007

Eructos, Flatulencias y Tabaco

Antes de empezar este post propiamente dicho, aclarar que ante todo quiero disculparme ante todos los posibles lectores que sean fumadores educados, que respeten a los demás y apaguen el cigarro en cuanto exista la más remota posibilidad de molestar a los que se encuentran a su alrededor. Dicho esto, atacaré al resto de fumadores en el contexto de una extraña educación cívica. Veamos ante todo qué quiero decir con esto: hay actos o fenómenos que no causan molestia o, si lo hace, ésta es mínima y en nuestra cultura están vistos como de mala educación; mientras que otras maneras que no sólo molestan sino que está comprobado que son dañinas se ven como algo natural.

Tomemos es caso de una flatulencia. Todo el mundo sabe lo que es, todos las hemos "sufrido en silencio" y sabemos que las buenas maneras consisten en disimularlas o evitarlas lo mejor posible en público. Sin embargo, veamos cuán peligrosa es una flatulencia: los principales constituyentes son gases inodoros: nitrógeno, oxígeno, metano (producido por microbios anaerobios), dióxido de carbono (producido por mocrobios aerobios), e hidrógeno. El olor proviene de trazas de otros constituyentes (a menudo derivados del azufre). El principal constituyente es el nitrógeno y no el metano, como comúnmente se cree. Por lo que se ve, productos muy dañinos... ¿verdad?

El eructo, similarmente, es la liberación de gas del tracto digestivo (principalmente del esófago y estómago), a través de la boca. El aparato digestivo produce gases con la desintegración del alimento, y el eructo se produce cuando una burbuja de aire queda en el estómago, y ha de ser liberada. De nuevo, vemos que los gases que se liberan en ésta acción parecen ser terriblemente dañinos...

Vayamos ahora con el tabaco. En un cigarrillo podemos encontrar nicotina (sumamente tóxica, 50 miligramos vía intravenosa pueden causar la muerte), alcaloides (tales como nornicotina, oxinicotina, nicotirina o ácido nicotínico), monóxido de carbono (en una cantidad similar a la emitida por un tubo de escape; esto es, del orden de decenas de miles partículas por millón), irritantes e incluso sustancias como alquitrán o derivados. Además, el humo del tabaco constituye el más importante contaminante exógeno ambiental y produce unas 4700 sustancias de las cuales sabemos que por lo menos 60 son decididamente cancerígenas.

¡Vaya, qué sorpresa, por lo que parece el humo del tabaco no es nada en comparación con un eructo o una flatulencia! (nótese el tono evidentemente irónico de este comentario). Entonces, cabe preguntarse... ¿por qué molesta tanto que alguien expela gases en público y sea considerado algo de muy mala educación mientras que está públicamente aceptado y consentido el acto de fumar? ¿No es, en los tiempos que corren, un sinsentido? ¿No deberíamos reconsiderar este hecho? Para finalizar, aunque no se debe hacer ninguna de estas dos cosas, y a título personal, considero menos nocivo estornudar a alguien en la cara (cuando no se está resfriado, obviamente), que tirarle el humo a los ojos (cosa que sí he visto hacer, y mucho)

miércoles, 17 de octubre de 2007

Máquinas Epilépticas

Pongámonos en la situación: entramos con unos cuantos colegas en un bar, nos sentamos en una de las mesas disponibles y pedimos unas cervezas con unos cacaos y unas patatas bravas. Hasta aquí todo perfecto... hasta que nos percatamos de ésa máquina traga perras de la esquina. Muy bonita ella, con esos colores tan vivos que la caracterizan tan bien: primero se mueven de un lado a otro, cambian la tonalidad y finalmente, en un desenfreno de locura, hacen varios flashes repetidos en los que puedes ver todo el espectro varias veces en un segundo. Yo no tengo ningún problema con ello, afortunadamente, pero hay personas que pueden sufrir ataques de epilepsia con esos episodios rápidos de transiciones lumínicas. (epilepsia fotosensitiva)

Y no es algo que suceda con las máquinas traga perras: miles de anuncios de neón que los viandantes se pueden encontrar por la calle utilizan la rápida sucesión de colores y un parpadeo para atraer y llamar la atención. Lo mismo ocurre muchas veces con anuncios en televisión e incluso en varias escenas de acción en películas. Vayamos donde vayamos las luces se convierten en un espectáculo donde la mayor variabilidad se convierte en el gran reclamo del momento. Y sí, es cierto, muchas veces llaman la atención; pero yo me pregunto... ¿Se tienen en cuenta las patologías que podrían derivad de un mal uso de estas luces?

Aún recuerdo (no hace tanto) cuando varios siños sufrieron ataques de epilepsia tras ver cierta serie de dibujos animados japonesa. En los manuales de los videojuegos avisaban (casi en la última página, como si fuera algo que quisieran ocultar) que algunas escena del juego en cuestión podrían contener rápidos centelleos que podrían afectar a epilépticos. Incluso recomendaban a aquellas personas que no presentaran síntomas que tomaran precauciones (véase, por ejemplo, aquí):
Ciertas personas (aproximadamente una de cada 4.000) pueden sufrir ataques o desmayos al recibir destellos o patrones de luz como los que se producen al ver la televisión o jugar a videojuegos, incluso aunque no hayan sufrido nunca un ataque. Quien haya padecido alguna vez un ataque, pérdida de consciencia o cualquier otro síntoma relacionado con la epilepsia debería consultar a su médico antes de jugar a un videojuego. Se recomienda a los padres que vigilen a sus hijos mientras juegan con videojuegos. Deja de jugar y consulta a un médico si tú o tu hijo experimentáis alguno de estos síntomas: convulsiones, espasmos oculares o musculares, pérdida de consciencia, alteración de la visión, movimientos involuntarios o desorientación.
Pues bien... como se ha mencionado, no son los videojuegos el único sitio donde podemos encontrar este tipo de imágenes parpadeantes. Aún en plena calle, nos vemos expuestos a cantidad de fenómenos que pueden dar lugar a un ataque. Pero parece que eso no preocupa. Como siempre, debe haber una cabeza de turco para que el resto del negocio siga adelante, aunque los afectados sigan sufriendo igual que siempre. He aquí una receta infalible: ponga usted un culpable (si en realidad es inocente, mucho mejor), preséntelo a las masas, deje que descarguen sobre él toda su rabia y siga manejando la masa a su antojo.

miércoles, 10 de octubre de 2007

Vivencias: El Bonobús

Aunque en mi anterior post comenté que el hecho de contar vivencias personales no sería más que un caso aparte en este blog, esta entrada en el blog de Valadrem me ha recordado un caso delirante que también me ocurrió hace un par de años. Él nos cuenta el - no tan extraño - caso en el que cierto político promete algo que luego no cumple. Yo contaré lo que sucede en el improbable caso de que ésto sí que acabe cumpliéndose. Ambas situaciones están relacionadas con el abono transporte. Sin embargo, vayamos por orden y veamos primero lo que nos cuenta Valadrem.

Según el periódico El Mundo (edición del 6 de mayo de 2007), la validez del Abono Transporte Joven iba a ser ampliada en Madrid hasta los 23 años. Dicha noticia se encuentra tanto en el antetítulo como en el cuerpo propio de la nota de prensa. Sin embargo, hoy, más de cinco meses más tarde (suma y sigue, según este post vaya envejeciendo), la validez del título sigue siendo hasta los 21 años, como se puede comprobar en la web del Consorcio de Transportes de Madrid. Más aún, si el afectado (porque no se le puede llamar de otro modo) tiene la mala suerte de cumplir a finales de año, la validez queda restringida a los 20 años, pudiendo perder hasta seis meses de derecho al Abono Joven. ¿Dónde queda pues la noticia, o la promesa que se hizo? ¿Cuánto tiempo hay que esperar?

Para alivio de muchos (y terror de otros) diré que la situación no mejora cuando las promesas se cumplen. Yo tuve la mala suerte de comprar unos cuantos abonos varios días antes de que finalmente ofrecieran transporte gratuito a estudiantes. (Que no se asuste nadie, sencillamente el servicio era tan absurdamente pésimo que cualquier precio resultaba caro: algunas veces valía la pena ir andando, algo terrible, teniendo en cuenta que en ese caso teníamos que desplazarnos por el arcén de una carretera comarcal). Por supuesto, ni carteles en el autobús, ni paneles informativos ni nada semejante; nos enterábamos porque le preguntábamos al conductor al ver que algunos entraban enseñando su carné. En caso contrario, el empleado cobraba billete aún viéndonos con los mochilones, libros y otros enseres que evidenciaban nuestra ocupación como estudiantes.

Evidentemente, con varios abonos en mano que ya no me servían de nada, procedí a rellenar una instancia pidiendo que, dadas las circunstancias, me devolvieran el importe de los mismos, si procedía. Ahí es donde empezó una singular lucha particular. Ya sabía que cosas de palacio van despacio, pero seis meses más tarde aún no había recibido respuesta, así que con la copia de la instancia, pregunté acerca del asunto. Tras varias vueltas por el ayuntamiento, varias fotocopias y una mañana perdida, me prometieron que se harían cargo y me contestarían en breve. Varios meses más tarde seguía sin recibir respuesta y mi prioridad pasó de obtener la devolución del dinero a conseguir una contestación legal a mi solicitud. Más fotocopias, caminatas y esperas entre despacho y despacho e incluso algún funcionario que nada más verme ya sabía qué era lo que quería y parecía mofarse con la situación. Finalmente, nada de nada.

Mi indignación, como cabe esperar, era total. Tenía la impresión de que los ciudadanos no teníamos voz, ni siquiera mediante actos legales como instancias o similares. Si eso sucedía con cosas banales, ¿teníamos alguna posibilidad como vecinos ante algún evento de importancia? Por fortuna, me enteré de que en la emisora de radio local había un programa para exponer dudas y quejas a la alcaldesa en persona. Me pareció una buena oportunidad, tanto porque así ella se ocuparía personalmente como porque todos los oyentes se enterarían de la importancia que realmente teníamos de cara a la alcaldía. He de decir que, aunque hablé con propiedad y educación, también dejé las cosas bien claras.

El hecho pareció ser un éxito. La alcaldesa me citó en su despacho y prometió solucionar el problema. Así pues, me dirigí a la alcaldía y cuando entré, varias personas me recibieron. Una de ellas era el archiconocido funcionario y otras eran mujeres. Como no recordaba la cara de la alcaldesa, pregunté por ella (usando su nombre, en vez de su cargo público). Nadie contestó y se quedaron mirando unos a otros... hasta que el funcionario hizo cara de recordar algo y dijo, "Ah, sí, claro, es ella", señalando a una de las mujeres. No era un buen comienzo, desde luego. De nuevo, la alcaldesa prometió, prometió y prometió; y salí de allí convencido de que había sido engañado de nuevo, como así resultó ser.

El dinero de los abonos ya era agua pasada. Aquello ya era algo mayor, un reto personal, conseguir que el ayuntamiento hiciera caso a sus ciudadanos. A las personas que pagan sus impuestos, a las personas que les votaron (o no, pero eso es secreto) en las elecciones, a las personas por las que y para las que se supone que trabajan. Seguí acudiendo al ayuntamiento cuando tenía tiempo para reclamar mis derechos, conté la historia a todas las personas con las que me encontraba, difundí la noticia, dejé trabajar al boca a boca y, al final, un día después de dos años de presentar la primera instancia, no se me pregunte cómo, conseguí que ingresaran el dinero correspondiente a los abonos en mi cuenta.

viernes, 5 de octubre de 2007

Vivencias: Renovación del DNI

Un vistazo a este blog me ha recordado mi propia experiencia cuando, hace un par de años, tuve que renovar mi DNI (y, por cierto, aproveché para obtener mi pasaporte). Parece que no soy el único que se encontró con ciertos problemas así que, a modo de offtopic, y sin que sirva de precedente, dejaré las quejas formales para comentar de primera mano mi experiencia personal en este aspecto. Como buen ciudadano, antes de efectuar un papeleo burocrático, y aprovechando que dispongo de muchas fuentes informativas (léase, conexión a internet), me dedico primero a averiguar qué resulta necesario para renovar mi Documento Nacional de Identidad, por ejemplo aquí o aquí. Así pues, como es una renovación rutinaria, llevo mi DNI y las dos fotos a la jefatura de policía, con el ánimo de renovarlo.

Ése día lo podía descontar directamente del trabajo, así que decidí levantarme temprano y, si tenía suerte, podría trabajar durante la tarde. No es tan sencillo: como muchos de los lectores sabrán, lo más sencillo es encontrarse una cola bastante larga, aún llegando a horas tan tempranas como las 7 ó las 8 de la mañana. Éso fue, efectivamente lo que hallé. Armado de paciencia, pues, tomé número y esperé pacientemente mi turno. Como no había espacio suficiente en la sala, nos tocó esperar en la calle. Aún así, parecía que la cola avanzaba y podría logar mi objetivo. Nada más lejos de la realidad: a eso de las once, hora del almuerzo, la gente dejó de pasar y allí nos quedamos, todavía en la calle, bajo el sol, esperando que nos tocara el turno. Si la cola iba mermando era sencillamente porque la gente se desesperaba y de iba.

A eso de la una y media del mediodía llegó el acabose. Un uniformado salió a la calle y nos informó a los que llevabamos esperando cerca de seis horas que, sintiéndolo mucho, se habían acabado los números para ese día y que, por favor, intentáramos volver otro día. Yo, que me había informado anteriormente, le comenté que no estaba de acuerdo con eso y que en ningún sitio había encontrado que hubiera un cupo máximo, o algún impedimento como el que ponía. Después de una pequeña discusión, volví a casa, enfurecido.

No quedó ahí la cosa, por supuesto, y ahora viene el consejo. Llamé al ministerio y les expuse mi caso. Efectivamente, tal como había leído, lo que habían hecho en la comisaría no era del todo correcto y me preguntaron si aún estaba allí. Les respondí que no y me indicaron que volviera allí y que, si me ponían alguna traba, les informara que había llamado a ese teléfono. Así lo hice y esto es lo que sucedió al entrar en comisaría:
Policía: ¿Buenas tardes, qué desea?
Yo: Venía a renovar mi DNI y, de paso, sacarme el pasaporte
Policía: Lo sentimos, pero se han terminado los números y no podemos hacer más peticiones. Tendrá que volver mañana
Yo: Bueno, pero he llamado a tal teléfono y me han dicho que...

Asombrosamente, tras pronunciar esas palabras, un policía apareció bajando las escaleras, con un papelito en la mano y dijo:
Policía 2: Perdón, creo que alguien se ha dejado este número. Puede subir arriba, que enseguida le atendemos.

Moraleja: Antes de efectuar algún papeleo burocrático, vale la pena informarme bien de los derechos, porque muchas veces, como no sabemos que los tenemos, pueden usarlo para quitarse trabajo de encima o esquivar las responsabilidades. Esto, lamentablemente, sucede en muchas ocasiones.