España, año 2007. Después de unas cuantas guerras, desórdenes y revoluciones sociales, el método de gobierno que los acontecimientos históricos nos han dado a vivir es un sistema capitalista. Bajo este concepto, el capital predomina sobre el trabajo como elemento productor y creador de riqueza, existe el libre mercado y la propiedad privada desempeña un papel fundamental. Así pues, en resumidas cuentas, si tenemos el capital necesario, podemos comprar un objeto (una vivienda, una finca, un terreno,...) y convertirlo en algo de nuestra propiedad. Usted lo compra, es suyo.
Sin embargo, parece que ésto último no está demasiado claro. Tomemos por ejemplo una vivienda. Es una de las cosas que (ya ha sido mencionado antes, aún siendo derecho constitucional) no resulta excesivamente barata (tómese ésto casi en tono humorístico, dado que a estas alturas decir que la vivienda está cara es casi "quedarse corto"). Pues bien, dado el concepto de propiedad privada podríamos decir que, una vez adquirida, ya es nuestra, y podemos disponer de ella hasta el momento en el que la queramos vender.
Nada más lejos de la verdad. Lo que sucede en realidad es que, además de pagar por su precio en el mercado, cada año hay que pagar al gobierno una cierta cantidad en calidad de contribución (y digo yo, ¿no se podría llamar también alquiler?) de modo que si fallamos, nos podríamos ver privados de nuestra queridísima "propiedad privada". Lo mismo sucede si, en un momento dado, el gobierno necesita de los terrenos en los que se encuentra dicha vivienda por cualquier razón (llámese excusa, que no ha de ser necesariamente cierta, como ha sido comprobado innumerables veces). Nada más sencillo que desalojar al ocupante, dándole a cambio una ligera (e irrisoria) compensación económica que viene regida por el valor catastral (y ya sabemos todos que, a la primera de cambio, éste concepto no es indicativo alguno del valor real de la vivienda).
Más aún, es realmente penoso que el hecho de no pagar íntegramente por ella nos excluye automáticamente del derecho a la posesión. Esto podría parece lógico a primera vista, pero es finalmente llevado a límites tan absurdos como haber pagado durantes varios años una ingente cantidad de dinero (cientos de miles de euros, lo que antes podrían ser millones de pesetas) y después de tan gran esfuerzo falten unas cuantas centenas de euros, por la razón que sea (la vida no es nada estable, y menos para el grupo de personas que deciden comprar una primera vivienda) y por ello nos desalojen, nos quiten la vivienda y nos quedemos en la calle.
No sé los lectores de este blog, pero la opinión del autor tras esta pequeña reflexión es que el concepto de propiedad privada se quedó finalmente en eso, en un concepto. Y finalmente estamos en un sistema en el que debemos comprar la propiedad, pagar un alquiler al gobierno y esperar que éste no necesite de ella y nos la arrebate. Perdón... ¿Eso no sucedía en el comunismo?
Sin embargo, parece que ésto último no está demasiado claro. Tomemos por ejemplo una vivienda. Es una de las cosas que (ya ha sido mencionado antes, aún siendo derecho constitucional) no resulta excesivamente barata (tómese ésto casi en tono humorístico, dado que a estas alturas decir que la vivienda está cara es casi "quedarse corto"). Pues bien, dado el concepto de propiedad privada podríamos decir que, una vez adquirida, ya es nuestra, y podemos disponer de ella hasta el momento en el que la queramos vender.
Nada más lejos de la verdad. Lo que sucede en realidad es que, además de pagar por su precio en el mercado, cada año hay que pagar al gobierno una cierta cantidad en calidad de contribución (y digo yo, ¿no se podría llamar también alquiler?) de modo que si fallamos, nos podríamos ver privados de nuestra queridísima "propiedad privada". Lo mismo sucede si, en un momento dado, el gobierno necesita de los terrenos en los que se encuentra dicha vivienda por cualquier razón (llámese excusa, que no ha de ser necesariamente cierta, como ha sido comprobado innumerables veces). Nada más sencillo que desalojar al ocupante, dándole a cambio una ligera (e irrisoria) compensación económica que viene regida por el valor catastral (y ya sabemos todos que, a la primera de cambio, éste concepto no es indicativo alguno del valor real de la vivienda).
Más aún, es realmente penoso que el hecho de no pagar íntegramente por ella nos excluye automáticamente del derecho a la posesión. Esto podría parece lógico a primera vista, pero es finalmente llevado a límites tan absurdos como haber pagado durantes varios años una ingente cantidad de dinero (cientos de miles de euros, lo que antes podrían ser millones de pesetas) y después de tan gran esfuerzo falten unas cuantas centenas de euros, por la razón que sea (la vida no es nada estable, y menos para el grupo de personas que deciden comprar una primera vivienda) y por ello nos desalojen, nos quiten la vivienda y nos quedemos en la calle.
No sé los lectores de este blog, pero la opinión del autor tras esta pequeña reflexión es que el concepto de propiedad privada se quedó finalmente en eso, en un concepto. Y finalmente estamos en un sistema en el que debemos comprar la propiedad, pagar un alquiler al gobierno y esperar que éste no necesite de ella y nos la arrebate. Perdón... ¿Eso no sucedía en el comunismo?