domingo, 9 de diciembre de 2007

Cámaras de Seguridad

Es bien conocido por todos: lugares que son blanco fácil de asaltos (tales como bancos o congresos) necesitan sistemas de seguridad especiales. Una de esas medidas son las cámaras de seguridad. El objetivo es claro y sencillo: en el caso de que el resto de medidas fallaren, siempre podríamos revisar las cámaras como indicios o pruebas para poder bien esclarecer lo sucedido o bien incriminar al culpable. Sin embargo, con los tiempos que corren, tras un ataque de histeria colectiva y argumentado que es por nuestra seguridad, últimamente estos sistema de vigilancia -llamémoslo así, porque es en lo que consiste ahora- empiezan multiplicarse y proliferar como hongos. Últimamente podemos encontrar cámaras en las calles, los parques, colegios, taxis u hoteles. Lo que empezó como un elemento de seguridad se ha convertido en un espía, una impune invasión a nuestra intimidad.

Aquí se puede argumentar que, estando en un sitio público, sin haber nada que esconder, no deberíamos preocuparnos por las cámaras. Contesto yo varias cosas: 1) Bien diferente es que otras personas alrededor pasen cerca sin prestar importancia a ser observado (y grabado) por un elemento mecánico, dirigido por rostros invisibles y 2) no es necesario estar haciendo algo malo para desear un poco de intimidad. Necesariamente preocupante (como informa la Agencia Española de Protección de Datos en sus informes acerca de la videovigilancia) es, además, que estamos siendo grabados sin nuestro consentimiento, sin nuestro conocimiento y de forma anónima. Además, las grabaciones pueden acabar en Internet, dando lugar al fisgoneo e incluso al voyeourismo. Aparte de la incomodidad que representa, aclarar que todo lo mencionado es ilegal.

Así pues, lo que sucede finalmente es que, escondidas bajo la excusa de proporcionar una cierta "seguridad", las cámaras consiguen espiar y difundir todo tipo de imágenes. Usted está tomando un café o está paseando y al mismo tiempo puede ser observado por miles de personas. Nos hemos convertido, sin saberlo, en participantes de un Gran Hermano a escala mundial. Como se puede leer aquí, llegamos a límites en los que toda nuestra jornada laboral puede ser observada, grabada y almacenada a escondidas y sin ningún tipo de pudor. Lo que en principio debería ser manejado por empresas de seguridad privada se expande de forma irremisible sin ningún tipo de licencia. La intimidad y la privacidad desaparecen en nuestra sociedad, simplemente porque empezamos no dándole importancia y acabamos renunciando a nuestros derechos. No puedo terminar sin mencionar unas palabras muy acertadas que se pueden escuchar en el discurso de V de Vendetta (cursivas mías):
Antes tenías libertad para objetar, para pensar y decir lo que pensabas. Ahora, tienes censores y sistemas de vigilancia que nos coartan para que nos conformemos y nos convirtamos en sumisos. ¿Cómo esto ha podido ocurrir? ¿Quién es el culpable? Bueno, ciertamente, unos son más responsables que otros. Y tendrán que rendir cuentas. Pero, la verdad sea dicha, si estás buscando un culpable, sólo tienen que mirarse al espejo. ¿Por qué lo hiciste?, Porque tenías miedo ¿Y quién no? Guerras, terror, enfermedades. Había una plaga de problemas que conspiraron para corromper vuestros sentidos y sorberos el sentido común. El temor pudo con vosotros y, presas del pánico, acudisteis al actual lider. Os prometió orden, os prometió paz. Y todo cuanto os pidió a cambio fue vuestra silenciosa y obediente sumisión.
Además de las cámaras privadas, el Estados observa por su cuenta. Y la sofisticación imparable de los sistemas de captación y difusión de imágenes hacen cada vez más difícil el control. La intimidad está, finalmente, perdiendo la batalla que libra desde hace años contra la seguridad. Quizá incluso ahora mismo aparezca usted en Internet mientras lee este blog en el bar de la esquina de su casa.

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