sábado, 1 de marzo de 2008

Problemas del Voto

En un sistema democrático (aún con todos los inconvenientes que se han mencionado anteriormente), la base está en el poder del pueblo (ejem) a través del voto. El gran logro de la democracia y base de todo sistema político moderno está en el sufragio universal. Además, para evitar coacciones, presiones de terceros o incluso represarias del propio gobierno, se realizan una serie de medidas para garantizar que el voto es secreto. Todo esto para asegurar el buen funcionamiento de la democracia y confirmar que somos los ciudadanos los que realmente decidimos, libres de ataduras y perfectamente conscientes, quién gobierna nuestro país. Con todo, como suele pasar, las cosas siempre son mejorables.

Empecemos analizando si el voto es realmente secreto: es perfectamente sabido que cuando se introduce la papeleta en la urna no incluímos ningún tipo de información personal y no queda rastro de nuestra identidad. No obstante, hay varios detalles a tener en cuenta. Primero, se conoce perfectamente la distribución de votos por provincias, lo que podría causar cierto tipo de afinidad o favoritismo frente a las provincias que representan una mayoría para el partido en funciones. Además, dado que la votación se realiza por medio de colegios electorales, sería muy fácil rastrear el origen de las papeletas hasta cada uno de esos centros y hacer distribuciones de votos por barrio. ¿Es realmente seguro para unas elecciones que se pueda conocer el origen de cada voto hasta este punto?

Como se ha mencionado, en la práctica las elecciones se convierten en 52 comicios provinciales. En España se utiliza el sistema D’Hondt: el reparto territorial sucede del siguiente modo: cada provincia obtiene dos escaños fijos (excepto Ceuta y Melilla, que reciben uno) y el resto de escaños se reparte según la población de cada provincia. Éste sistema tiene varias consecuencias: la más inmediata es que diferentes provincias ganan o pierden escaños de unas elecciones a otras, con las evidentes repercusiones político-electorales. Más aún, ciertas candidaturas pueden ganar o perder escaños aún teniendo el mismo número de votos que en otras ocasiones. La segunda consecuencia es que algunas poblaciones son sub-representadas y un único voto acaba teniendo más o menos valor dependiendo del lugar donde se vota. La tercera es que los partidos minoritarios tendrán siempre acceso a un número muy restringido de escaños, favoreciendo siempre así a los partidos mayoritarios. ¿A qué queda reducido el supuesto de "un ciudadano, un voto"?

Otro aspecto es que se supone que, durante las elecciones, el deber de los diferentes partidos y sus representantes es exponer sus programas, ideas, recursos y propuestas; mientras que el de los votantes es analizar fríamente las diferentes opciones para luego elegir la que considera más beneficiosa, tanto para sus propios intereses como para el bienestar de la nación. Nada más lejos de la realidad: mientras los partidos se dedican a echarse las culpas los unos a los otros sin tener un programa electoral claro, los votantes se comportan como hinchas en un partido de fútbol, en el que su "equipo" (al que parecen afiliados de por vida) es el mejor, haga lo que haga, sin tener en cuenta las diferentes alternativas ni aplicar un mínimo de raciocinio, juicio o lógica. El resultado es por todos conocido: en vez de votar cada vez al que más conviene, el elector medio se convierte en seguidor de un partido en concreto e inmediatamente tacha al que no comparte su ideología como "facha", "rojo", o el adjetivo que corresponda en cada caso.

En definitiva: sólo podemos ejercer nuestro derecho muy de vez en cuando y, cuando por fin estamos es disposición para ello, tampoco nos encontramos con la situación ideal: un autobombo masivo y descalificaciones al oponente como campaña electoral; un lavado de cerebro al votante que, lamentablemente, parece no estar aún suficientemente preparado para ejercer su derecho, lo que es aprovechado por ciertos individuos; y unos comicios en los que se prima a los partidos mayoritarios y el número de escaños que se obtienen no es en absoluto proporcional al número de votos obtenido. Un cóctel perfecto para que las elecciones no sean tan democráticas como parece.

1 comentario:

Telcarion dijo...

Sacto, al igual que en la Restauración los dos partidos dinásticos se aseguraban el poder mediante el fraude electoral y un sufragio censitario restrictivo, los dos partidos mayoritarios se valen de la ley D'Hondt y de sus hordas de 'zombies' electorales (¿o debería decir infectados? :D) para mantenerse en el poder. Si a eso le sumamos una deficiente educación, mucho me temo que tenemos bipartidismo para mucho tiempo... :(

La democracia nunca será auténtica hasta que la población esté bien informada y culturizada, y no manipulada con la ayuda de los medios de uno y otro lado. Pero eso, ¿a qué poderoso le interesa?