jueves, 1 de mayo de 2008

Declaración de Hacienda

Según informan desde EuroResidentes, el día 2 de mayo comienza el período para presentar la Declaración de la Renta correspondiente al año 2007. Los plazos de presentación son diferentes según si sale a devolver o ingresar sin domiciliar el pago (30 de junio) o si sale a ingresar domiciliándolo (23 de junio). En la web oficial de la Agencia Tributaria existe mucha información al respecto, y se pueden pedir y obtener borradores, solicitar o consultar los datos fiscales, obtener manuales, e incluso acceder a un simulador.

Sin embargo, entre toda la información que se puede encontrar, falta la primera pregunta que me he hecho cuando he empezado a pensar sobre este tema; a saber: ¿Por qué tenemos que hacer la declaración de la renta? Puede parecer una banalidad y una pregunta tonta, pero a mí no me lo parece. Al fin y al cabo, hay muchos países donde este procedimiento no existe y no pasa absolutamente nada. Y, por otro lado, ¿por qué tenemos que ser nosotros, los ciudadanos, los que tengamos que perder tiempo, hacer cuentas y balances, colas interminables y meternos en enredados burocráticos, cuando el propio gobierno, que es el que nos obliga a ello, sabe mejor que nosotros acerca de todas esas cantidades y cálculos involucrados?

Porque seamos sinceros: toda la documentación que nos piden, todas las cantidades, presupuestos y acciones, obran ya en su poder. Ellos saben lo que ganamos, si hemos comprado, vendido o alquilado recientemente alguna propiedad, si hemos invertido en bolsa o algún tipo de bono, si el número de familiares ha aumentado o disminuido durante el año,... Lo queramos o no, hemos sido observados en todos los sucesos en los que el Estado ha querido entrometerse. Ellos tienen los datos, ellos lo saben todo; y aún así, se lavan las manos y dejan que el trabajo sucio lo hagan todos y cada uno de los ciudadanos de a pie.

¿Y cuál es, entonces, la razón real para la existencia de la declaración de la renta? Sólo se me ocurren dos posibilidades, y una ya se ha mencionado: la no tan extraña vagancia del Estado a la hora de hacer el trabajo que por derecho propio le debería tocar hacer a él. La otra razón es el instinto de no fiarnos del gobierno que nos han ido creando a base de ir recopilando ciertas experiencias: mejor hacemos nosotros los cálculos, a nuestra manera, por si sale a devolver y así que desde arriba no nos quiten (aún) más dinero. Más allá de estas razones la única explicación que encuentro es que es algo que se ha hecho desde siempre... porque es así. Sin cuestionar, sin preguntar, y porque la ley lo dictamina de este modo. Caso cerrado.

Otro detalle que no quiero dejar de mencionar es que, como en todos estos casos, los funcionarios de turno tienen mucho que decir, para bien o para mal. Son muchos los casos en los que ante una duda (porque no nos engañemos, el lenguaje administrativo en el que están escritos esos impresos no es precisamente sencillo), cada vez que se ha llamado al teléfono de atención al cliente, o se ha preguntado a algún funcionario acreditado, la respuesta ha sido completamente distinta. Muchas veces son los propios funcionarios (o abogados que bien cobran por ello) los que rellenan los formularios... pero si luego resulta haber un fallo, errata, omisión o cualquier tipo de mala interpretación, quien acaba teniendo la culpa vuelve a ser el usuario de a pie. En resumen: parece ser que ciertas esferas poseen unos privilegios tales que pueden hacer y deshacer en los registros de los demás eximiéndose de toda negligencia.

Así están, pues las cosas. Después de esta pequeña reflexión sigo sin saber por qué cada año toca hacer un máster en burocracia, en el que un ciudadano normal debe entender conceptos más bien típicos de una carrera de derecho. Sigo sin saber por qué el gobierno se lava las manos de forma tan clamorosa, tanto para convertir su trabajo en una obligación del pobre contribuyente, como para transformar un desliz o un error suyo en un problema del vecino. Por lo menos, después de todo este galimatías, siempre nos quedará la ilusión de que acabe saliendo a devolver... ¡Buena suerte!

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