domingo, 20 de abril de 2008

Día del Libro

El próximo día 23 de abril se celebra en España el Día del Libro. La base de la idea fue la tradición catalana del día de Sant Jordi, en el que las parejas se regalan un libro y una flor. La idea original fue del escritor Vicent Clavel Andrés y en 1930 se instaura definitivamente esta fecha como día del libro para conmemorar que el 23 de abril de 1616 (aunque con distintos calendarios) fallecieron Miguel de Cervantes, William Shakespeare y Garcilaso de la Vega. En París en 1995 la UNESCO aprobó el 23 de abril como el "Día Internacional del Libro"

Varias maneras de conmemorar el día (aparte de los ya mencionados regalos) son la instauración de ferias de libros (donde se puede pasear y comprar libros, ensayos y similares; tanto de primera como de segunda mano), la firma de algunos ejemplares por parte de los autores y la entrega anual de los Premios Cervantes, entre otros. Muchos años ha habido una lectura pública del libro "Don Quijote de la Mancha", en la que varios autores conocidos y una multitud de voluntarios se acercan a leer algunas páginas del citado libro durante la jornada.

No obstante, no es todo tan bonito como lo pintan, y ahí es donde estriba la base para esta entrada. Resulta muy vistoso y conveniente convertir 23 de abril en un día comercial, en el que se tiene la excusa perfecta para hacer un cierto consumo y acabar la jornada con la satisfacción del deber cumplido, cuando el acto de leer no se trata de un hecho aislado, algo simplemente de un día, sino de algo continuado que se debe dar durante todo el año.

Porque seamos sinceros: la mitad de los españoles confiesa que no lee nunca o casi nunca. Una encuesta indica que sólo el 53% la parte de la población que se declara como lectora, mientras que un 47% sigue prefiriendo otras alternativas para su tiempo de ocio. Aún así, difícil es encontrar una persona que lea como mínimo un libro al mes. Esto provoca que los libros acaben almacenados en las estanterías de las casas con el único objetivo de hacer bonito y acumular polvo. Particularmente, me parece muy triste que el día internacional de libro se convierta, de este modo, en la excusa perfecta para hacer de intelectual, fardar delante del librero o de los amigos, y comprar un libro (realmente da igual cuál sea) para que simplemente pase a formar parte de la colección de telarañas.

Otro tema es el desembolso monetario que hay que hacer. Es fácil tener que pagar unos 30 ó 40 euros por una novedad bestseller, éxito de ventas o copia del negro, famosillo o enterado de turno. Esto no es más que una manera artificial de recolectar cantidades ingentes de dinero; sin embargo, buscando un poco es fácil encontrar tiendas de segunda mano (o incluso ediciones serias de primera mano) que ofrecen grandes clásicos por un precio bastante reducido. Tengo, por ejemplo, en mi memoria reciente, la compra de grandes (y nada ligeros) títulos como "Guerra y Paz", "Anna Karenina" o "El Conde de Montecristo" por el módico precio de 3 euros cada uno. A mi memoria vienen también aquellos panfletitos que se vendían hace unos años por 100 pesetas. Aunque la idea era buena, el resultado era un destrozo completo del libro original y, por ello, la mejor recomendación era evitarlos a toda costa. Porque desde luego, era impensable disfrutar de un buen libro en esas condiciones. Afortunadamente, parece que han desaparecido del mapa.

Así pues, mi consejo para el próximo día del libro: olvídese el lector de comprar aquel bello tomo simplemente por hacerse el sapiente delante del grupo de amigos. En vez de esto, tome cualquier encuadrenado que tenga en la estantería y dése el gusto de comenzar una buena lectura personal. Que quede dicho aquí: La lectura es mucho más que un día patrocinado por las librerías.

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