lunes, 18 de agosto de 2008

Violencia de Género

Es realmente triste comprobar al abrir la página de sucesos de cualquier periódico que casi todos los días nos encontramos algún caso de violencia de género. Peor aún, más de 50 mujeres mueren víctimas de sus parejas, novios o ex-novios cada año, sin que parezca que este número se reduzca cada año (se pueden ver algunas estadísticas, por ejemplo, aquí). Desde el gobierno y algunas instituciones (como el Instituto de la Mujer) se intentan promover soluciones y leyes que ayuden a terminar con esta situación, pero en general, como expongo más abajo, todos los esfuerzos acaban resultando inútiles o promoviendo la discriminación positiva (que bien inspirado estaba quien inventó el tan desafortunado término).

En segundo lugar, aunque más importante, cabe mencionar los pésimos resultados que se obtienen con las leyes actuales: existe la posibilidad de que las denuncias sean falsas, lo cual es usado en beneficio de personas en proceso de divorcio o separación, agraviando y perjudicando sin escrúpulos a un inocente (véase un extenso artículo acerca de las implicaciones que eso conlleva aquí). Por otro lado, cuando las denuncias son verdaderas y acaban llegando a "buen término", las víctimas pueden quedar sin ningún tipo de protección e incluso lidiando con su agresor, aunque éste tenga, supuestamente, una orden de alejamiento. Es un hecho triste, de hecho, que la mayoría de muertes en estas situaciones se producen después de la denuncia.

En primer lugar, dentro de la violencia de género (que, dicho sea de paso, en realidad se debería denomiar violencia de sexo, dado que las personas tienen sexo y no género) se engloban muchos aspectos y situaciones que nada tienen que ver. Últimamente se está dando el caso de que cualquier atentado en contra de una mujer se tacha directamente de violencia de género. ¿No podríamos decir lo mismo cuando la víctima es un hombre? Podría ser, pero posiblemente la implantación y asociación de este término donde la mujer es víctima, y como extensión de lo que son los malos tratos, ha terminado por hacer que se diga eso. Un análisis a este hecho se puede encontrar, por ejemplo, aquí. Así que, para empezar, ya el nombre se usa erróneamente y da pie a equivocaciones. Equivocaciones interesadas, todo hay que decirlo, ya que de este modo el impulso mediático que se da a los casos alcanza mayor difusión y, por tanto, parece que el problema sea aun más grave de lo que realmente es. Esto tiene el "ligero" inconveniente de convertir un problema real en puro amarillismo.

Más aún, tenemos también el caso de la discriminación positiva, claramente el preferido por las feminazis hembristas. Aunque, según el repetidísimo artículo 14 de la Constitución española, todos seamos iguales, sin importar el sexo, parece que existen ciertos grupos que, lejos de promover la igualdad, propugnan la supremacía legal y judicial para uno de los sexos: el suyo. El ejemplo más claro, el de la presidenta de Amnistía internacional: "Los maltratos y asesinatos a hombres nos dan igual. Solo nos afecta si es una mujer". Lo peor del asunto es que, poco a poco, van consiguiendo sus propósitos. Se puede ver en la Ley Orgánica 10/1995 del código penal (por ejemplo aqui), donde se indica claramente (copio y pego literalmente):
Artículo 171.4: El que de modo leve amenace a quien sea o haya sido su esposa, o mujer que esté o haya estado ligada a él, [...] será castigado con la pena de prisión de seis meses a un año [...]

Artículo 171.5: El que de modo leve amenace con armas u otros instrumentos peligrosos a alguna de las personas a las que se refiere el artículo 173.2, exceptuadas las contempladas en el apartado anterior de este artículo, será castigado con la pena de prisión de tres meses a un año [...]
Dicho en plata: el código penal establece una sanción mayor (tres meses más de privación mínima de libertad al agresor varón, aún en el caso de que éste no haya utilizado ningún tipo de arma. Por el contrario, parece que si la agresora es una mujer, éste hecho no está contemplado en el código penal mientras ella no utilice ningún arma.

Además, cabe pensar que el maltrato se efectúa de manera diferente según el sexo: si el hombre es, comunmente, más fuerte que la mujer (lo cual no ha de ser necesariamente cierto, siendo yo mismo el ejemplo más cercano), es bastante natural que el maltrato sea físico; mientras que la mujer maltratadora utiliza otras artimañas de tipo psicológico que, por regla general, son más fáciles de ocultar ya que no dejan huellas ni pruebas visibles. ¿Por qué no tiene en cuenta la ley este tipo de situaciones? En definitiva, lo que empieza siendo un penoso delito acaba siendo mediatizado, convirtiéndose en un negocio y empañado por una cortina de humo que no hace otra cosa sino que discutamos acerca de determinadas puntualidades, mientras que las soluciones reales siguen sin llegar.

2 comentarios:

Telcarion dijo...

A los políticos les interesa más el efecto propagandístico de la lucha contra esta violencia que la solución definitiva al problema* (si les interesara realmente solucionar el problema en lugar de autopromocionarse, dudo que hubieran llegado a las posiciones de poder del partido de turno), y por ello las leyes y las medidas son defectuosas. Es bastante triste ver cómo acaban mal bastantes de las víctimas y adicionalmente inocentes acusados en falso. Y al debate, e incluso a la ley, se añaden, por último, algunas chorradas 'feminazis' sin fundamento, pero que son aplaudidas por el mero hecho de presentarse como 'feministas'. ¿Qué sentido tiene castigar más según el sexo del agresor y no según el delito? Si el hombre es más fuerte físicamente (de media), entonces ya será penado adicionalmente por el uso de la violencia.

Presentarse como feministas vende mucho; tomar medidas efectivas y hacer leyes justas, no. He aquí la razón (al menos en mi opinión) por la cual los políticos hacen lo primero y no lo segundo.

* Me recuerda al anticlericalismo del PSOE y algunos de sus seguidores: no le quieren cortar la financiación a la Iglesia (entre otras acciones) porque entonces no podrían obtener eternamente beneficios electorales del discurso teóricamente hostil hacia la Iglesia.

Asgard dijo...

Lamentablemente el politiqueo se ha convertido en otro negocio más para obtener dinero (ejem). Y claro, hay que hacerse publicidad... ¿lo de gobernar para el pueblo y por el pueblo? bueno... eso mejor lo dejamos para otro día. Justo como tú dices: ahora ser feminista "vende". Y si para quedar bien hace falta que la mitad de la plantilla sea femenina (aunque no tengan méritos para ello), pues a ello.